Sagrada Familia 2010
Por la importancia
que tiene la familia y por la
que Dios ha querido darle,
haciendo que su Hijo, encarnado
en las entrañas de
la Virgen María,
naciera y viviera, durante la
mayor parte de su vida, en una
familia,
la Iglesia
celebra la Fiesta de la Sagrada Familia en
el domingo inmediato posterior a la Navidad; en este año 2010, el 26 de diciembre.
El Hijo de Dios, al
encarnarse en una naturaleza
humana, bendijo y santificó toda
la naturaleza humana y la elevó
a una dignidad que antes no
tenía. Del mismo modo, al nacer
y vivir en una familia, formada
por un padre, una madre y un
hijo, el Hijo de Dios, bendijo y
santificó todas las familias y
nos manifestó lo importante que
es para Dios esta institución,
creada por Él y redimida y
santificada por su Hijo.
Es evidente y de
todos conocida la importancia
que
la Iglesia da a
la institución familiar, nacida
del matrimonio, formado por un
hombre y una mujer, unidos en
amor, en
fidelidad perpetua y abiertos
a la vida. Pero no es sólo
la Iglesia la
que da tanta importancia a la
familia. En todas las culturas
ocupa la familia un lugar
preferente en la valoración de
las personas y en la protección
y ayuda por parte del Estado y
de las demás instituciones. De
hecho, también hoy, a pesar de
la devaluación sistemática de la
institución familiar por parte
de determinadas corrientes del
pensamiento, de la moda, de las
costumbres y de determinadas
leyes, la familia ocupa siempre
uno de los primeros puestos, si
no el primero, en la valoración
en las encuestas.
Es necesario que
todos los cristianos, los
creyentes de otras religiones y
otras muchas personas de buena
voluntad, que valoran, como
nosotros, positivamente la
familia y su papel en la
sociedad, nos unamos en el
empeño de defender la familia,
apoyarla y ayudarle a cumplir
con el papel que la naturaleza y
Dios le asignan de ser el ámbito
adecuado para la transmisión de
la vida, para el desarrollo
armónico e integral de la
persona desde su concepción y en
las primeras etapas después de
nacer, para aprender a amar y
para ejercitarse en el amor
mutuo, para relacionarse con los
demás, también fuera de la
familia y, no en último lugar,
para descubrir a Dios y
relacionarse personal y
comunitariamente con Él.
A pesar del empeño
de algunos en devaluar la
institución familiar, llamada
tradicional, como
algo perteneciente al pasado o,
cuando más, compatible con otro
tipo de uniones o asociaciones,
llamadas también “familia”, es
necesario volver a poner los
ojos en la familia, tal como
Dios la creó y, sobre todo, tal
como Él la quiso, al escoger la
familia de Nazaret y formar
parte de ella.
El modelo de la
familia de Nazaret no ha pasado
de moda, cuando Dios la escogió
como forma de vida para su Hijo,
como no ha pasado ni pasará de
moda la humanidad, en la que el
Hijo de Dios se ha encarnado.
Este tipo de familia tiene un
pasado glorioso, tiene
“tradición” no es de ayer. En
ese sentido es
tradicional. Tiene un
presente muy actual y de nuestro
tiempo, por más que algunos se
empeñen en descalificarla como
“la familia tradicional” en el
sentido negativo de pasado
superado. Y tiene futuro. La
familia tiene futuro y el mundo
tiene futuro con la familia. La
familia es la esperanza del
mundo.
Este fue el mensaje
del Papa Benedicto XVI, durante
el
Angelus, delante del
templo de la Sagrada
Familia en
Barcelona, el pasado día 7 de
Noviembre. Y este es el mensaje
y el lema de
la Jornada de
la Familia en
este año 2010 para este domingo,
día de su fiesta en nuestra
Iglesia en España y en nuestra
diócesis: “La
familia, esperanza de la
humanidad”.
Para que este lema,
esta afirmación y este deseo se
conviertan en realidad, hemos de
volver los ojos a la familia de
Nazaret, como nos invitaba el
Papa Pablo VI, sen su Visita
Apostólica Nazaret, el día 5 de
enero de 1964, para aprender a
“observar, a escuchar, a
meditar, a penetrar en el
sentido profundo y misterioso de
esta sencilla, humilde y
encantadora manifestación del
Hijo de Dios…” Aprenderemos la
triple lección del
silencio, de la
vida familiar y del
trabajo.
Ante el panorama
actual de la familia y del trato
que recibe en determinados
ambientes, en determinados
medios de comunicación y por
parte de determinadas leyes, se
impone que cada uno y todos
cultivemos y fomentemos la vida
y la misión de la auténtica
familia, que nos ayudemos
mutuamente a través de las
asociaciones y movimientos
familiares y que nos formemos y
ayudemos a formar a las futuras
generaciones de familias para
que, viviendo ejemplarmente la
vida familiar en nuestros
hogares, aportemos, con la
palabra, con el testimonio y con
la acción social y política, los
elementos necesarios para el
establecimiento de unas leyes
justas que coloquen a la familia
en el lugar que le corresponde,
fomenten y favorezcan el
matrimonio y la familia y ayuden
a las familias en dificultad.