Domund
Un año
más, la Misión llama a nuestras
puertas y a nuestros corazones. En este domingo,
24 de Octubre, se celebra en toda
la Iglesia la Jornada Mundial
de las Misiones. Es un día especialmente
dedicado a contemplar con interés y con afecto
el inmenso mundo de las Misiones. Millones de
hermanos nuestros, llamados como nosotros a
conocer y a seguir a Jesucristo, Salvador de
todos. Muchos no han oído ni hablar de Él; otros
lo conocen sólo por noticias que no les dicen
nada; otros están en proceso de prepararse para
ser bautizados o se inician en la fe y en la
vida cristiana que ya han acogido.
El
Domund es una jornada de especial comunión con
el Papa. Él, como Pastor Universal, tiene
encomendada la solicitud por todas las Iglesia.
A él acuden con toda clase de peticiones, desde
todos los puntos de la tierra; a él y a sus
colaboradores más inmediatos corresponde
distribuir y repartir equitativamente los
recursos de que pueda disponer, tanto
materiales, como humanos, como espirituales.
Solamente contando con nuestra generosa
colaboración, puede el Santo Padre ayudar,
aunque nunca en la medida de las necesidades,
que son inmensas, a cuantos misioneros y otras
personas de las Misiones acuden a él.
La
obra de la Misión es, en primer lugar,
una obra sobrenatural. La fe, la vocación, la
vida cristiana, la salvación… son don de Dios,
gracia y regalo. De ahí que se nos pidan en este
día y siempre nuestra oración, nuestros
sacrificios, nuestras ofrendas espirituales por
las Misiones
Pero
la obra de las Misiones es también obra humana,
que necesita recursos materiales. El
sostenimiento de las personas que trabajan en
las Misiones, la organización y funcionamiento
de todas sus obras, como templos, capillas,
viviendas, dispensarios, escuelas, talleres,
cooperativas, obras de ingeniería, como traída
de aguas, caminos, puentes… exigen recursos
materiales en regiones donde la pobreza es
extrema. De ahí que se nos pida en este día y
siempre una colaboración económica muy generosa.
A pesar de que sintamos, más o menos, los
efectos de la crisis económica, nada es
comparable con la necesidad, el subdesarrollo y
la miseria en otros lugares de la tierra, donde
están las Misiones.
Ayuda
de valor inestimable y necesaria a
la Misión es, sin duda, la
ofrenda de las personas que trabajan en las
Misiones: Los misioneros y misioneras, los
colaboradores, los voluntarios…Es el mejor
servicio que se puede prestar y que están
prestando de modo ejemplar y admirable miles de
misioneros y agentes de pastoral, maestros,
voluntarios de todas las profesiones, de forma
generosa y gratuita. Si el Señor nos llama por
este camino, no dudemos de que
es un excelente modo
de seguir al Señor, primer misionero y modelo de
misioneros. Si no tenemos esta vocación, nos
corresponde a todos, especialmente a los
sacerdotes, personas consagradas, padres y
educadores cristianos, fomentarla y acompañar y
ayudar con nuestros medios y recursos a quienes
la reciben.
El
lema para el Domund de este año recoge el ruego
de unos extranjeros que, dirigiéndose al Apóstol
San Felipe, le dijeron: “Queremos
ver a Jesús” (Jn 12, 21). De modo
explícito, en muchos casos, en otros vagamente,
hoy también nos piden nuestros contemporáneos,
conocidos y desconocidos: “Queremos ver a
Jesús”. “Mostradnos a Jesús con vuestra
palabras, con vuestra obras y en vuestra vida”.
Buscan el rostro del Dios bueno, de Dios que se
manifiesta en su Hijo Jesucristo, que los ama
hasta dar la vida por ellos.
La
posibilidad más inmediata que podemos ofrecerles
de descubrir a Dios, que es Amor, es que vean
reflejado ese rostro de Cristo en quienes nos
decimos discípulos suyos. La Jornada Mundial de
las Misiones, el Domund, nos ofrece una
oportunidad extraordinaria de mostrar a nuestros
hermanos, que buscan a Dios, su rostro y su
amor.