Iglesia
Diocesana 2010
Como es ya costumbre desde hace algunos años,
también en este de 2010 dedicamos una Jornada a la Iglesia
Diocesana. La celebramos en este domingo, 14 de Noviembre. Es una
jornada para orar por nuestra Diócesis, para conocerla
mejor, para ayudarle en su misión y para asumir
más conscientemente y más comprometidos nuestra
misión y tarea como diocesanos.
Nuestra pertenencia a la Iglesia de Jesucristo, desde que
fuimos bautizados está relacionada con una realidad
geográfica e histórica concreta, que es nuestra
diócesis. Es verdad que somos bautizados en una parroquia e
inscritos en el libro de registro de sus bautizados y es muy importante
nuestra pertenencia a una parroquia y nuestro compromiso y tarea en la
misma. Pero la parroquia es una parcela menor de una realidad
más amplia y plena de la Iglesia, que es la
diócesis, o Iglesia local o Iglesia particular, que todos
estos nombres tiene. Por nuestra pertenencia a la diócesis,
en comunión y en unidad con todas las diócesis
del mundo y con el Santo Padre, Pastor Universal de la Iglesia, vivimos
también todos y cada uno nuestra
comunión con el Papa y con la Iglesia
Universal, que él preside en la caridad.
Nuestra vinculación a una parroquia, o a una
comunidad de vida, o a una asociación o cofradía,
o a un grupo apostólico, o nuestra devoción y
comunión con el Papa no pueden hacernos olvidar nuestra
vinculación con la diócesis o disminuir nuestro
compromiso y nuestra responsabilidad en ella; antes al contrario, toda
otra vinculación o compromiso en la Iglesia nace de nuestra
condición de cristianos en una diócesis y
desemboca necesariamente en beneficio espiritual de la misma.
El lema escogido para la Jornada de la Iglesia Diocesana
en este año es: La Iglesia: comunidad de fe,
caridad y esperanza. Es un lema que toca el
núcleo sustancial de lo que es la Iglesia en su naturaleza y
por voluntad del Señor. No es una organización de
carácter temporal – cultural, social,
político, cultural… - ni tan sólo una
institución de beneficencia, sin más, aunque no
sea ajena a esas realidades. Pero la Iglesia es, ante todo, una
comunidad, constituida, no por obra de hombres, sino por la
acción del Espíritu Santo, es un don, un regalo
de Dios, la familia de los hijos de Dios.
Es comunidad de fe, donde recibimos la fe, nos formamos en
ella, la celebramos y vivimos desde esa fe en la comunidad y en el
mundo.
Es comunidad de amor. No de un amor meramente humano, sino
del Amor de Dios, que se nos comunica por su Espíritu y nos
convierte en testigos, mensajeros y miembros activos, en palabras y con
obras, de ese amor a Dios y a los hermanos, a los amigos y a los
enemigos.
Es, finalmente, una comunidad de esperanza. La
acción de Dios en la Iglesia se manifiesta por la vida y
acción de servicio de los cristianos, que viven
comprometidos en las realidades temporales, pero sin perder nunca la
perspectiva de las realidades espirituales, trascendentes y eternas. No
se rinden ante las dificultades, porque se sienten en las manos de Dios
que no falla. De este modo, se convierten en signos y factores de
esperanza para un mundo tentado de desánimo
y de falta de esperanza.
Esta es la Iglesia a la que el Señor nos ha
concedido pertenecer, a la que debemos querer, por la que debemos orar
y a la que debemos ayudar para que pueda seguir siendo, para los que
estamos dentro y para los de fuera, una comunidad de fe, de amor y de esperanza.
Ésta es para nosotros la Iglesia diocesana de
Santander